Vivimos en un pequeño país, enorme en corazón, somos un
pueblo pobre que camina en un suelo de oro.
Con tales circunstancias es evidente que nuestra sociedad
necesita de manera urgente personas capaces de pensar, de hombres y mujeres
inteligentes con la voluntad para convertir estas ideas en acciones, en logros.
Seres dispuestos a tomar la vida con sus manos, dispuestos a luchar por
alcanzar sus metas y buscar nuevas aún más elevadas.
Las ideas deben mover nuestras vidas, el bien común, no es
solo un pensamiento bonito o una conversación para quienes lo buscan en el más
allá, debe ser el objetivo por el cual todos intentamos crecer a lo largo de la
existencia.
En este escenario, ubicados en esta realidad, mi país, esta
minúscula porción de tierra tercermundista; si tercermundista, no nos engañemos
no hemos sido, ni somos potencia; está lleno de seres humanos con las
cualidades necesarias para dar el salto, sin embargo, un hecho innegable de una
persona inteligente es saber que es “falible”, no importa cuán alto sea nuestro
coeficiente, lo elevada de nuestra buena voluntad, la constante del hombre es
equivocarse y con estos errores aprender.
Lamentablemente el círculo que dirige nuestro pequeño
paraíso se siente sobre el resto de nosotros al creerse infalible, en mi país,
en mi sociedad, decir que tal o cual decisión de la cúpula está equivocada
equivale a ser descalificado, a ser humillado y ridiculizado.
A todos nos cuesta aceptar que erramos, nos resistimos a sentir que somos uno más, nos duele saber que no dejamos de ser simples
personas, y a pesar de esto tarde o temprano debemos terminar por aceptar
nuestras fallas y poner de parte para corregirlas.
¿Cómo alguien descalifica, se burla de un semejante, solo
por el hecho de ser criticado? No es la primera vez que esta pregunta es
elevada, pero la vuelvo a dirigir a nuestro muy capaz, sin duda alguna
inteligente pero ciertamente falible presidente.
Si mi muy apreciado señor, usted es falible como yo, como mi
vecino, como todos los que nos clasificamos como seres humanos.
Sin más que acotar me despido, invitándolo a reflexionar
sobre la cuestión aquí planteada.
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